sábado, 12 de mayo de 2012

Desde NUEVO BASKET

LA PEOR FORMA DE PERDER

Por Franco Pinotti

Hay días en que todos nos podemos colapsar. Es el típico día en el que no te sale nada y además no te enteras de nada. Es como cuando te preparas un examen, te sabes el “tocho” de 843 páginas de memoria y cuando te hacen la pregunta se te borra todo de la mente.
 
Creo que es un poco lo que le pasó al Barcelona en el desdichado partido jugado frente al Olympiacos en la semifinal de la Euroliga. Se pasan todo el año mentalizándose para este encuentro y a la hora de la verdad se quedan en blanco. No quiero hacer otras lecturas porque creo que sería injusto desde fuera pretender sentenciar sobre determinadas situaciones del partido, pero ha sido evidente que no valen muchas excusas después de ver lo que vimos: un equipo perdido en la inmensidad del pabellón, sin ideas claras de cómo jugar este partido y una exceso de tensión que no es normal en jugadores cuya mayoría han jugado finales y partidos decisivos de toda índole. Por eso que al factor nervios no le doy demasiada importancia. Todo el mundo está nervioso, está tenso en este tipo de partidos, pero los grandes jugadores saben y deben controlar el estado emocional porque solo con la mente fría se solventan las situaciones difíciles.
Hubo momentos del partido que el Barcelona parecía un equipo de alevines, uno (Navarro) botando el balón con frenesí para intentar librarse de la jauría que le perseguía de hasta tres defensores a la vez, y los otros cuatro mirándoselo sin tomar ningún tipo de iniciativa. No se trata ya de hablar de sistemas, esquemas o variante sino simplemente moverse, buscar una puerta atrás, un corte sobre la ayuda, etc. etc.: conceptos de juego que todo los jugadores dominan pero que, de una forma evidente, se olvidaron de ponerlos en práctica.
Para mi el Olympiacos es un buen equipo, con un jugador sensacional (Spanoulis), un par más de buenos jugadores (Printezis y Papanikolaou) y un buen grupo de segundones, eso sí centrados y motivados. Y delante un “equipazo” que se olvidó de serlo. Donde Navarro quiso y en muchas ocasiones no pudo – entre otras porque le dan “castaña” por todos los lados – y de los demás sólo Vázquez y en algunos momentos Perovic y Ndong aportaron algo al equipo, pero todo de forma deslavazada, sin intensidad (ni defensiva ni ofensiva) dando la sensación de cómo si pasaran del partido (que evidentemente no es cierto). Lo más increíble que aun y todo tuvieron opciones de ganar el partido, pero cuando no estás…lo dicho…no hay manera, y la gestión de los últimos minutos fue horrenda: no hubo una decisión acertada.
Especialmente si has visto el primer partido y puedes comprobar como tanto CSKA como Panathinaikos, con distintas alternancias en el encuentro, lucharon en cada balón, nadie bajo los brazos y sobre todo mentalmente todo el mundo estuvo dentro del partido y competitivo. Y eso que el inicio del CSKA fue de juzgado de guardia con su defensa que contemplaba como Jasikevicius daba un clinic de cómo jugar el pick and roll con todas sus variantes. El equipo ruso que durante la temporada ha tenido este tipo de pausas como un motor diesel que le cuesta arrancar, miró el recital del contrario pero mentalmente supo reaccionar y entrar en un partido que solamente después de cinco minutos lo tenían prácticamente perdido.
Con esfuerzo físico, técnico y sobre todo mental le dieron la vuelta a la tortilla y fue el Panathinaikos que entró en el bache pero…sin irse del partido. Luego hemos podido comprobar como se luchó en todos los balones con criterio, lo que no quiere decir siempre con acierto, pero todos sabían lo que tenían que hacer y cómo hacerlo. Ahí, creo, estuvo la gran diferencia entre el primer partido y el segundo. En realidad esta Final Four fue una Final Three porque uno de los equipos estuvo ausente. 
   
El Panathinaikos perdió el partido por una duda (Diamantidis tenía el triple claro, de esos que tira 100 y mete 95, y por una milésima dudó y perdió la opción)); el Barcelona lo perdió porque fue una sombra de si mismo sobre el parket: la peor forma de perder.

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