martes, 20 de marzo de 2012

REVISTA GIGANTES DE ESTA SEMANA


Opinión

Columna por Paco Torres

La dignidad

Por Paco Torres
De entre las muchas virtudes, bien innatas, bien adquiridas, que adornan a Pau Gasol y que hemos ido descubriendo a medida que crecía como jugador, habíamos destacado hasta ahora la infinita confianza en sus posibilidades; la fuerza de voluntad para trabajar en la mejora individual; la capacidad para liderar equipos, como ha demostrado primero en el Barça, luego en los Grizzlies y siempre en la selección española; la humildad para saber aceptar el papel que le toco vivir al llegar a los Lakers, con Kobe Bryant delante como indiscutida e indiscutible estrella; la naturalidad con la que maneja los momentos triunfales –y ha vivido unos cuantos–; el afán de superación cuando se ha lesionado o se le han torcido las cosas; y la profesionalidad con la que se maneja en la cancha –¡por supuesto!– y ante los medios de comunicación, faceta ésta muy de agradecer a pesar de su siempre sobrecargada agenda.
Es muy posible que todas estas virtudes hayan sido aprendidas en el seno familiar y las haya ido matizando y puliendo a medida que le han ido surgiendo retos, vivencias y situaciones de lo más dispares. Pau, que pareció en el Barça por sorpresa, ya bien iniciada la temporada 2000/01 después de haber sido un jugador que salía del banquillo en la selección de los Juniors de Oro, y que en el Barça quién sabe si hubiera rascado mucha bola de no haberse ido Seikaly: pero el caso es que cuando tuvo la ocasión, Pau la agarró bien fuerte y no la soltó más. Desde entonces no ha hecho otra cosa que crecer hasta convertirse en uno de los mejores jugadores del Mundo, reconocido deportiva y económicamente y con un palmarés que es la envidia de muchos, incluidos unos cuantos compañeros y rivales en la NBA que andan a la greña por ser el número 1 de este planeta llamado basket.

Pero Pau, sobre todo desde que llegó a Los Ángeles, a ese mundo aparte, tan endogámico y pagado de sí mismo, con tanta gente guapa sentada en las primeras filas, también ha tenido que aguantar lo suyo. En algún momento determinado se generó algo muy parecido a una campaña orquestada tildándole de ‘blando’. Cosas de los mordaces comentaristas que en cambio perdonan todo lo habido y por haber a los que consideran vacas sagradas. Es muy posible que de aquellos barros hayan llegado estos lodos que ha tenido que soportar Pau desde que el año pasado el equipo cayera ante los Dallas Mavericks, luego campeones, en el play offs de las semifinales de la Conferencia Oeste.

Así que, nada más levantarse el lockout, los rumores de traspaso se amplificaron por todos los rincones y no hubo equipo al que no le colocaran. Ni me extrañó, ni mi rasgué las vestiduras porque así es ese mundo: hoy te mandan al cielo (de los Grizzlies a los Lakers) y mañana al infierno… o a otro cielo distinto. Ya hay que estar preparado para ello por mucho que nos duela a todos la incertidumbre de Pau. No hay desprecio, pero sí desafecto. Y duele.

¿Cómo se reacciona ante una situación así? Pues Pau tirando de cada una de las virtudes que he enumerado para que afloraran todas ellas en una: la dignidad. Pau ha mostrado en cada momento una dignidad que le ha servido para afrontar la complicada situación de una manera ejemplar. Podrá haber estado más o menos preocupado, más o menos acertado en la cancha, pero siempre ofreciendo el máximo posible al defender una camiseta que quiere –el encariñarse es casi, casi, un defecto de los europeos-, sin importarle si al día siguiente le daban un billete de avión con destino Dios sabe dónde. Profesionalidad bañada en dignidad. Todos nos sentimos en deuda con Pau, que ha vuelto a dar otra lección. Una más.

Tengo la absoluta seguridad de que los Lakers ganan más con que Pau se quede que Pau quedándose. Quizá siga en el equipo de por vida o quizá en unos meses vuelva el run-run que pretenda desestabilizarle para que los críticos se quieran cargar de razones. No lo van a conseguir. Tendrá días excelentes, días buenos y días regulares; malos, quizá, aunque no se le recuerdan muchos. Dará igual. Si le vuelve a ocurrir lo mismo, Pau volverá a actuar igual. De la única manera que sabe y quiere hacerlo: con dignidad dentro y fuera de la cancha. Y dentro de ella, con toda la profesionalidad del mundo. Esto es, de manera impecable.

Fuente: WEB REVISTA GIGANTES

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