miércoles, 12 de septiembre de 2012

REVISTA GIGANTES DE ESTA SEMANA

 Columna por Paco Torres

 
Quizá porque a lo bueno enseguida nos acostumbramos, tengo la sensación de que no valoramos como se merecen las gestas que cada verano, desde 2006, alcanza la selección española. Hemos adoptado con tanta facilidad el rol de campeones, que cualquier derrota, o peor incluso, cualquier partido en el que no se juegue de manera excelsa se forma la tremolina porque pensamos que el equipo no está dando la talla. Es tal el grado de excelencia alcanzada que no se admite que el equipo dude o tenga baches en el juego. Y el equipo los tiene y hay que contar que los sufre y hacer crítica justa de ellos, pero no podemos elevar a categoría de drama un partido trabado o un partido perdido. Ni siquiera un campeonato perdido.
 
En este número iniciamos una serie sobre los logros de la selección española, ahora que se cumplen seis años de la gesta de Saitama. Han sido seis años –siete campeonatos, contando aquél– fantásticos en los que sólamente en el Mundial de 2010 en Turquía España no subió al podio. El resto, de boca abierta: al oro de Japón hay que unir los oros de los Europeos de Polonia en 2009 y Lituania 2011, la platas olímpicas de Pekín en 2008 y Londres en 2012 y la plata del Eurobasket de España 2007. Tres campeonatos y tres subcampeonatos en siete veranos. ¿Recuerdan cuántas veces subió el podio la selección absoluta española antes de hacerlo a lo más alto del de Japón? Pues ocho veces... en ¡¡setenta años!! y ninguna a lo más alto. Hagamos memoria: plata en los Juegos Olímpicos los Los Ángeles en 1984 y en los Europeos de 1935, 1973, 1983, 1999 y 2001, y un bronce en 1991. Abrumador el balance de estos últimos años, ¿no creen?

Celebremos pues como se merecen estos logros porque están al alcance de muy pocas selecciones a lo largo de la Historia de baloncesto mundial. Estados Unidos al margen, que aparece cada cuatro años, la selección española actual, con los cambios lógicos de jugadores que entran y salen, que se retiran o se lesionan, es el gran referente mundial. El núcleo del equipo es el mismo y la dinámica de juego y de convivencia, también son las mismas, con los apuntes de cada uno de los tres seleccionadores que ha habido en este periodo. La importancia de los Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes, Rudy Fernández, Marc Gasol y Sergio Rodríguez, que estuvieron en Japón y en Londres, además de los Carlos Jiménez, Garbajosa, Mumbrú, Cabezas, Berni, Raül, Ricky –lesionado se ha perdido la cita de los Juegos Olímpicos– y de los que han entrado más recientemente como Llull, Claver, San Emeterio, Ibaka o Sada, han conformado unas selecciones fabulosas que han competido siempre y han conquistado tres campeonatos: un Mundial y dos Europeos. Una España que se ha convertido en leyenda. Pongámoslo mejor en mayúscula. Leyenda.

Leyenda del siglo XXI como lo fueron la URSS de los años 50 y 60 y la Yugoslavia de los años 70 a 90, con alguna incursión de los primeros. España lleva dominando el baloncesto mundial y europeo en un momento mucho más difícil que en aquellos en los que sólo había dos potencias. La globalización es mucho más amplia y los enemigos no son tan concretos, pero cualquier selección puede estar arriba en un momento determinado. El éxito del equipo español –dirigido sucesivamente por Pepu Hernández, Aíto García Reneses y Sergio Scariolo– se concretó, además de competir siempre, en la conquista de dos campeonatos de Europa consecutivos, algo que no sucedía desde que Serbia ganara en el 95 y el 97 y además, si no hubieran acudido a las citas de Pekín y Londres los mejores equipos posibles de Estados Unidos, a estas horas tendría este grupo dos oros olímpicos. Unos logros admirables que es posible que sólo con el paso del tiempo podamos valorar en toda su dimensión.

Todos estos nombres que han hecho posible que una quimera se convirtiera en sueño y el sueño en realidad, serán recordados generación tras generación como recordamos los nombres de los Velov, Tarakanov, Tachenko, Sabonis, Marchulenis, Homicius, Delibasic, Slavnic, Cosic, Petrovic, Kukoc, Divac... tan lejanos. Nuestras estrellas cercanas, las que nos alumbran y seguirán alumbrando, serán las que recuerden los aficionados de todos los lugares del planeta porque fueron los mejores en los albores del siglo XXI. Por eso es bueno celebrar como merece esa época dorada en la que aún estamos inmersos –y que dure– porque ella nos ayuda a saber de dónde venimos, quienes somos en la actualidad y hacía dónde deberíamos querer ir.
 
FUENTE: www.gigantes.com

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