LA PEOR FORMA DE PERDER
Por Franco Pinotti
Hay días en que
todos nos podemos colapsar. Es el típico día en el que no te sale nada y
además no te enteras de nada. Es como cuando te preparas
un examen, te sabes el “tocho” de 843 páginas de memoria y cuando te
hacen la pregunta se te borra todo de la mente.
Creo que es un poco
lo que le pasó al Barcelona en el desdichado partido
jugado frente al Olympiacos en la
semifinal de la Euroliga. Se pasan todo el año mentalizándose para
este encuentro y a la hora de la verdad se quedan en blanco. No quiero
hacer otras lecturas porque creo que sería injusto desde
fuera pretender sentenciar sobre determinadas situaciones del
partido, pero ha sido evidente que no valen muchas excusas después de
ver lo que vimos: un equipo perdido en la
inmensidad del pabellón, sin ideas claras de cómo jugar este partido
y una exceso de tensión que no es normal en jugadores cuya mayoría han
jugado finales y partidos decisivos de toda índole. Por
eso que al factor nervios no le doy demasiada importancia. Todo el
mundo está nervioso, está tenso en este tipo de partidos, pero los
grandes jugadores saben y deben controlar el estado
emocional porque solo con la mente fría se solventan las
situaciones difíciles.
Hubo momentos del
partido que el Barcelona parecía un equipo de alevines, uno (Navarro)
botando el balón con frenesí para
intentar librarse de la jauría que le perseguía de hasta tres
defensores a la vez, y los otros cuatro mirándoselo sin tomar ningún
tipo de iniciativa. No se trata ya de hablar de sistemas,
esquemas o variante sino simplemente moverse, buscar una puerta
atrás, un corte sobre la ayuda, etc. etc.: conceptos de juego
que todo los jugadores dominan pero
que, de una forma evidente, se olvidaron de
ponerlos en práctica.
Para mi el Olympiacos
es un buen equipo, con un jugador sensacional (Spanoulis),
un par más de buenos jugadores
(Printezis y Papanikolaou) y un
buen grupo de segundones, eso sí centrados y motivados. Y delante un
“equipazo” que se olvidó de serlo. Donde Navarro quiso y en
muchas ocasiones no pudo – entre otras porque le dan
“castaña” por todos los lados – y de los demás sólo Vázquez y
en algunos momentos Perovic y Ndong aportaron algo al equipo,
pero todo de forma deslavazada, sin intensidad (ni
defensiva ni ofensiva) dando la sensación de cómo si pasaran del partido
(que evidentemente no es cierto). Lo más increíble que
aun y todo tuvieron opciones de ganar el partido, pero cuando no
estás…lo dicho…no hay manera, y la gestión de los últimos minutos fue
horrenda: no hubo una decisión
acertada.
Especialmente si
has visto el primer partido y puedes comprobar como tanto CSKA
como Panathinaikos, con
distintas alternancias en el encuentro, lucharon en cada balón,
nadie bajo los brazos y sobre todo mentalmente todo el mundo estuvo
dentro del partido y competitivo. Y eso que el inicio del CSKA
fue de juzgado de guardia con su defensa que contemplaba como Jasikevicius
daba un clinic de cómo jugar el pick and roll con todas sus
variantes. El equipo ruso
que durante la temporada ha tenido este tipo de pausas como un motor
diesel que le cuesta arrancar, miró el recital del contrario pero
mentalmente supo reaccionar y entrar en un partido que
solamente después de cinco minutos lo tenían prácticamente perdido.
Con esfuerzo
físico, técnico y sobre todo mental le dieron la vuelta
a la tortilla y fue el Panathinaikos que entró en el bache
pero…sin irse del partido. Luego hemos podido comprobar como se
luchó en todos los balones con criterio, lo que no quiere decir siempre
con acierto, pero todos sabían lo que tenían que hacer y
cómo hacerlo. Ahí, creo, estuvo la gran diferencia entre el primer
partido y el segundo. En realidad esta Final Four fue
una Final Three porque uno de los
equipos estuvo ausente.
El Panathinaikos
perdió el partido por una duda (Diamantidis tenía el
triple claro, de esos que tira 100 y mete
95, y por una milésima dudó y perdió la opción)); el Barcelona
lo perdió porque fue una sombra de si mismo sobre el parket: la
peor forma de perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario