La fuerza del deseo
Por Mario Fernández
Nos encontramos en un momento de la temporada en el que los
inicios relativos dejan paso a una firme, y a veces cruel, realidad. Soy
el primero en decir que a principio de curso todo debe
verse desde una perspectiva mucho más amplia que de costumbre porque
precisamente es en esta primera fase donde confluyen aspectos que solo
se pulen con el paso de las semanas. Engranar los
sistemas de juego, conseguir una buena dinámica de entrenamientos,
que los nuevos se adapten al equipo y a la ciudad, que la gente entienda
la jerarquía de club, etc… cosas que necesitan
tiempo.
Para bien o mal, lo peor que puede pasarle a un equipo es
creerse en exceso lo que le sucede durante los primeros partidos de la
competición oficial. En un comienzo de temporada lleno de
imprevistos donde todo puede pasar, el comportamiento en las
victorias debe ser humilde y valiente en las derrotas para levantarse.
Repito, no se puede caer en el error de vivir la victoria desde
una humildad vanidosa porque será el principio del fin para el buen
hacer colectivo. Pero si me permitís me centraré en la parte de abajo.
Miro la clasificación ACB y veo equipos (caso de Canarias, Fuenlabrada, Lagun Aro, Cajasol y
Manresa) a los que por una razón u otra les cuesta
sumar victorias. Evidentemente, que nadie dude que quien más ganas tiene
de sacar esa situación adelante es el equipo. La
exigencia es máxima pero no debiera vivirse como una obligación sino
como un deseo. Se quiere ganar, y se luchará hasta el final por
hacerlo. Instalándonos en el deseo querremos hacer las cosas
lo mejor posible, y persistiendo hasta el final entenderemos y
aceptaremos que las complicaciones que surjan en los partidos son
posibles y esperables.
Las derrotas deben vivirse de una forma operativa,
aprovechable. Si te obligas a ganar, la derrota es un desastre. La
propia frustración de sentirte derrotado no permite levantar cabeza,
además de no dejarte aprender de cómo/porqué se ha producido. Sin
embargo, si lo vives desde el deseo, perder es una opción no deseada
pero sí contemplada. Dicen que
Edison logró inventar la bombilla después de 9.999
intentos. Al preguntarle cómo se había repuesto a tan repetido y
continuo fracaso, él decía que lo único que había hecho
era aprender 9.999 veces de cómo no funcionaba una bombilla.
Yo, como base que siempre me sentiré, quiero esta mentalidad
para mi equipo. Solo lograremos estar orgullosos de nosotros mismos si
mantenemos el compromiso de conseguirlo aún y sabiendo
que en el camino se gastará más de una derrota. Hay dos opciones,
irte a casa contento por la victoria o triste por haber perdido, pero lo
que jamás se debería olvidar es que solo teniendo una
actitud basada en el deseo se conseguirán los propios objetivos
convirtiendo los obstáculos en retos.
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