Formación o negocio. Por Trifón Poch
Son fechas de fases finales de los Campeonatos
de España de clubes de las diferentes categorías, tanto en
chicas como en chicos. Ya acabó el torneo junior, se están celebrando
los cadetes y luego vendrán los infantiles. Un año más, y parece que
cada edición con mayor incidencia, destaca la presencia de un gran
número de jugadores y jugadoras extranjeros en una parte importante de
los equipos.
Hay clubes que tienen recursos para invertir un buen dinero en sus equipos de base y pueden tener gente dedicada a detectar a esos jugadores interesantes o simplemente la capacidad económica para probar “las oportunidades” que los agentes ofrecen. En la mayoría de esos casos se incorporan jugadores de procedencia diversa, la mayoría de países europeos, normalmente de países del este o del norte de Europa. También esos mismos equipos tienen becados jugadores españoles procedentes de diferentes comunidades autónomas. Buscan y captan lo que consideran mejor y que puede tener un recorrido interesante hacia el equipo profesional.
Hay otros equipos que toman la linea de incorporar jugadores procedentes del continente africano. Esta tendencia se ha visto acentuada en los últimos años con los cambios en la normativa referente a las licencias, que ha admitido a estos jugadores primero bajo la condición de “cotonous” y ahora bajo el criterio de “jugadores de formación”, concepto que ha sustituido a nivel liga Endesa a los antiguos cupos y abraza a los que entre los 14 y los 20 años hayan pasado 3 temporadas en clubes españoles. La presencia de estos jugadores, antes más asociada a equipos de las islas Canarias, se ha extendido a muchas otras zonas y la verdad es que hay algunas en las que pareces un poco raro si no tienes algún jugador de este perfil en tus equipos cadetes o júniors. Los agentes colocan incluso a chicos y chicas que no han jugado nunca a baloncesto, pero que por su presencia física son un cebo apetecible para que cualquiera se crea que puede hacer un jugador. Además, quizás el objetivo que realmente importa, el club puede sumar las victorias que busca y ganar campeonatos y los representantes pueden hacer su negocio.
Como en otros ámbitos de nuestra actualidad social los hay que se quejan de que estos jugadores quitan el sitio a “los nuestros” y que eso además va en detrimento directo del “baloncesto español”.
Muchos son los que denuncian, en lo que se refiere a los jugadores procedentes del continente africano, que en muchos casos “la edad oficial” no se corresponde con la real. Nos movemos en un terreno delicado que no parece fácil de abordar, aunque no hay que ser un experto en la evolución humana para que a simple vista haya partidos en los que ves hombres jugando contra niños, que consiguen, dada su aplastante superioridad física, estadísticas escandalosas de, por ejemplo,¡ 28 puntos, 25 rebotes y 6 tapones en categoría cadete!
No creo personalmente que la diversidad sea un problema o que la llegada de extranjeros tape el crecimiento de los chicos y chicas nacidos aquí. Tal como sucede en el baloncesto universitario estadounidense o en la NBA creo que deberíamos ver con más naturalidad que cualquiera, sea cual sea su procedencia pueda formarse aquí. El baloncesto español está consiguiendo que las diferentes generaciones de nuevos jugadores tengan un buen nivel y tal vez deberíamos estar orgullosos de poder ofrecer esa oportunidad a más jóvenes sin importar el lugar donde hayan nacido. Deberíamos quizás preocuparnos y ocupar nuestro tiempo en mejorar cada día más en la capacitación de los entrenadores, de los directores técnicos, en la proliferación de los preparadores físicos y de los psicólogos deportivos, en el cuidado de la alimentación de los jóvenes y en el seguimiento de sus estudios, en la formación de los árbitros, en la intervención sobre las actitudes de los padres, en eliminar la violencia de cualquier tipo en una cancha deportiva,…
Antes he hablado de naturalidad en la incorporación de jugadores provenientes de cualquier parte del mundo en nuestros equipos de formación. Descarto pues intenciones que persigan objetivos que apuntan a los intereses de terceros, es decir, que no obedezcan sencillamente a ofrecer una formación de calidad a cualquiera que tenga la ilusión de recibirla. Fichar sabiendo que la edad del jugador es probablemente falsa, o sólo con el objetivo de ganar el campeonato que sea, o para poner sobre la mesa un medallero exitoso, o para abrir una linea de nacionalizaciones que alimenten los triunfos a nivel de selecciones absolutas de cualquier edad, o para mantener el bolsillo de los agentes bien lleno son elementos que distorsionan esta realidad y que no hacen más que perjudicar a casi todos y viciar un proceso que debería ser mucho más sencillo y natural.
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